Año | 1985 |
Género | Performance |
Obra | Cosmogonia de l’home urbà |
Presentación | Congrés Internacional de Teatre.Galeria Metrònom. Barcelona |
Un día me planteé presentar el hecho de existir como materia delictiva. Escogí unos cuarenta objetos (luz de mesa, TV, máquina de escribir, llavero, CD, calculadora,cenicero, paquete de cigarrillos, mechero, retrato de familia, aceiteras, cepillo dientes, máquina eléctrica de afeitar, pastilla de jabón, cortauñas, gafas de sol, estilográfica, agenda, molde de zapatos, tarjeta, bicicleta estática, báscula, jarrón con rosa, sombrero, corbata, teléfono, bola del mundo, pasaporte, vaso de whisky, matrícula del coche, novela, tenedor y cuchillo, buzón) de los ciento cincuenta que llevo en L’Home Urbà, y los coloqué en forma de círculo en el suelo, en la sala Metrònom de Barcelona, mientras yo me tumbaba en medio.
Esta acción la llamé “Antropología del Hombre Urbano”. Todo esto creó cierta evidencia para algunos; llegaron a insultarme ya echarme aceite y vinagre.
Otra motivación que me llevó a realizar esta acción fue de carácter museístico, quería mostrar nuestra sociedad como objeto a mirar, en la que yo hacía el papel de hombre urbano como si fuera una momia egipcia. Esto tiene un sentido especial, porque esta sociedad se cree el fin de la civilización y sólo entiende que se pueda mirar atrás (los egipcios, los íberos, los romanos, los griegos, etc…) como forma de entender éste fin.
¿Qué pasaría si todos los objetos que acompañan nuestra vida cotidiana –luz de mesa, TV, máquina de escribir, llavero, CD, calculadora, cenicero, paquete de cigarrillos, mechero, retrato de familia, aceiteras etc… los viéramos expuestos dentro de 2000 años? ¿O nuestra forma de vestir, o la aparente presencia momificada de un hombre urbano?
¿Qué mirada distanciada proyectaríamos sobre estos objetos? Quizás pasaríamos ante las vitrinas con la misma actitud indiferente con la que observamos objetos recuperados de alguna excavación arqueológica.
En esa obra no había acción. Tanto los objetos como el personaje yacían en el suelo rodeados de un círculo hecho con yeso donde estaba escrito el nombre de cada cosa. El público estaba separado a una distancia prudente por medio de un cable de acero que rodeaba toda la exposición.
¿Puedes vivir sin la anécdota de tu existencia?
Esto lo saben muy bien los animales. El gato que se encontraba Sócrates por la calle es el mismo de hoy, porque ellos no están sometidos al concepto del tiempo ni de la historia. De todas formas, quizás carente de tu anécdota, no debes ser nada diferente de otro ser humano que vivió hace 2000 años. Ambos pueden estar sentados en la misma roca viendo pasar el agua del río Antropología del Hombre Urbano.